Advertencias de la OIT para 2024 sobre Desigualdades y Estancamiento Productivo
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La Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta sobre un incremento en la tasa de desempleo global en 2024, pasando al 5,2%. Este panorama, marcado por desigualdades entre países y estancamiento productivo, revela fragilidades en la aparente recuperación postpandemia.
La OIT proyecta un aumento de la tasa de desempleo global, pasando de 5,1% en 2023 a 5,2% en 2024, afectando a 190,8 millones de personas. Para 2025, se estima un total de 192,7 millones de desempleados, evidenciando desafíos estructurales.
La brecha entre países desarrollados y en desarrollo se amplía, con tasas de desempleo del 4,5% en naciones de renta alta y 5,7% en las de menor renta. El aumento de trabajadores en pobreza extrema subraya la preocupación por desequilibrios estructurales.
El descenso del nivel de vida y la baja productividad, combinados con inflación persistente, generan condiciones para una mayor desigualdad. La OIT destaca que estos factores socavan los esfuerzos por alcanzar la justicia social.
A pesar de que los datos indican que el mercado laboral se mueve en cifras similares a las previas a la pandemia, se señala que “por debajo de estas cifras comienza a aflorar fragilidad”. En 2023, la tasa de desempleo fue del 4,5% en países de renta alta y del 5,7% en los de menor renta, reflejando una disparidad que se presenta como un obstáculo estructural en la recuperación.
El informe destaca la “sorprendente resiliencia” de los mercados laborales a pesar de las condiciones económicas desfavorables. Sin embargo, la tasa de informalidad en el empleo global sigue siendo elevada, alcanzando el 58% en 2023. A pesar de la rápida recuperación de la participación de la mujer en el mercado laboral, persiste una brecha de género, especialmente en naciones emergentes y en desarrollo.
La OIT expresa su preocupación por la baja productividad laboral, que regresa a índices de la década anterior, a pesar de los avances tecnológicos y el aumento de la inversión. Factores como la llegada de más impulso inversor a sectores menos productivos, como servicios o construcción, contribuyen a esta disminución. Además, el dominio de los grandes monopolios digitales se señala como un obstáculo para la adopción más rápida de nuevas tecnologías, especialmente en países en desarrollo.